miércoles, 12 de diciembre de 2018



Cartel: ¿Qué es el Autismo para el Psicoanálisis de Orientación Lacaniana? 

Más Uno: Adriana Meza.
Tema: El Cuerpo en el Autismo.

Las preguntas que orientan esta investigación en el cartel, apuntan a dilucidar las particularidades del cuerpo en el autismo; y por otro lado, a establecer las diferencias clínicas entre esta entidad y la psicosis.
Podemos comenzar diciendo que el cuerpo para el psicoanálisis no es el organismo, sino que es algo que se construye. Desde la primera enseñanza de Lacan el cuerpo se constituye a partir de una pérdida de goce introducida en el organismo por efecto del lenguaje.  El significante que incide en el organismo produce un efecto de desvitalización, un efecto de pérdida de goce. El objeto a es lo que se desprende cuando se produce esta pérdida, y es así como el organismo deviene como cuerpo para el ser hablante. El objeto a constituye un vacío en el que los fragmentos del cuerpo (mirada, voz, heces, pecho) pueden ubicarse. Tiene consistencia de agujero, consistencia que organiza un borde que condensa el goce conformando así las zonas erógenas a partir de las cuales se ordena la pulsión en el cuerpo. El objeto a solo se constituye si el sujeto supone al Otro incompleto; es decir, solo se constituye en relación a la falta, a la ausencia del Otro.
El autista no cede a la falta en el Otro, por lo que no se produce la pérdida de goce y no se desprende el objeto a. Ese vacío propio de la falta del objeto está forcluído en el autismo, por lo que el goce no puede ordenarse y se presenta disperso. El funcionamiento del cuerpo del autista revela el exceso del objeto a.
E. Laurent en su libro La batalla del autismo retoma la hipótesis de Miller con la cual propone que el autista está “sumergido en lo real”[1] y plantea que los autistas nos enseñan que en ese registro “nada falta porque nada puede faltar”; es un registro donde “no hay agujero”[2]. Es lo que Miller llama la “forclusión de la falta”[3].
La forclusión del agujero[4] en el autismo propuesta por E. Laurent a partir de los planteamientos de Miller, le permite explicar las particularidades del cuerpo en el autista a la luz de la última enseñanza de Lacan. Plantea que es un cuerpo que puede ser concebido como “el agujero central de un toro[5]”. Es una topología impuesta por lo real, dice Laurent, donde lo interior y lo exterior se presentan en continuidad, por lo que no puede distinguirse entre el adentro y el afuera. Al no existir el agujero, no hay borde ni circuito pulsional, por lo que el goce no puede ser ordenado por la pulsión e invade masivamente al sujeto.  
En este mismo texto, encontramos que para E. Laurent el autista se defiende del goce con lo que él llama un neo-borde. Es un borde construido por el autista usando objetos, incluso su cuerpo, caparazón que le permite un encapsulamiento para rechazar al goce del Otro que se vuelve amenazante. Este borde no es del todo infranqueable, permite incluir algunos objetos e incluso, personas.  
Esta topología tiene implicaciones en la clínica pues pretender un tratamiento con autistas, destaca Laurent. Supone para el practicante el enfrentamiento con un real  para el que se ha de encontrar  una solución singular, en la cual hay que  incluir aquello que el autista presenta como defensa: el borde, lo que hace  límite de su relación con el Otro.

 Algunas consecuencias clínicas de la topología del cuerpo en el autismo:

Laurent explica que en tanto el autista no puede separarse de la voz, ésta que se presenta para él como un ruido, lo real sinsentido de lalengua que lo invade. Esta es la forma en que se presenta la alucinación para el autista, a diferencia del fenómeno elemental en la psicosis, donde la voz da cuenta del retorno en lo real del significante.
Plantea también que el ordenamiento espacio-temporal es imposible para el autista. Sus tropiezos con los objetos del espacio, la imposibilidad de distinguir las distancias. Por esto, observamos que estira su mano para alcanzar un objeto que se encuentra muy alejado de él, confunde los agujeros del cuerpo del analista con la ventana; se tapa los oídos al ver pasar un avión a lo lejos para protegerse del ruido.
También podemos observar la experiencia de fascinación o de horror de algunos niños ante un agujero. En la clínica observamos niños que tapan los orificios de su cuerpo, o realizan la extracción continua del contenido del agujero anal en un rechazo de ese objeto heces sin forma que le causa horror.
Para el autista se hace imposible habitar su cuerpo. Es por eso que no puede dar cuenta de que tiene un cuerpo y hacer uso de él; no puede dar cuenta del dolor[6], por ejemplo. Sólo puede intelectualizar su cuerpo o percibirlo desde el exterior.
Para finalizar, retomo una pregunta de E. Laurent que evidencia la ética del psicoanálisis respecto del autismo. Dice: “Para estos sujetos que carecen de límites y de borde, ¿cómo instituir un límite, no a partir de un aprendizaje, el que sea, sino construyendo una cadena que amalgame objetos, acciones y formas de hacer, de modo que se constituya un circuito dotado de función de borde y de circuito pulsional?”[7]
Así, nos ofrece algunas propuestas de abordaje del autismo sostenidas en la manera como el goce se presenta para el autista; es decir, sostenidas topología de su cuerpo.  Plantea que el analista debe implicarse en un trabajo que permita al sujeto autista extender los límites del borde con el que rechaza lo amenazante del Otro. Para esto, el analista se implica con su cuerpo. Destaca la importancia de acoger la heterogeneidad de materiales con los que el autista construye este borde (objetos, el cuerpo, palabras, sonidos, movimientos) y usarlos.
Ofrecer objetos al autista, acompañar al sujeto en sus trayectos, hacer de estos trayectos un circuito donde los objetos puedan sustituirse sin exceso de angustia; dejarse usar por el sujeto, dejarse hacer desaparecer, dejarse anular por él, son algunas maniobras con que nos orienta Laurent en la clínica con el autista. Son maniobras del analista que pueden permitir al sujeto autista ceder algo del goce que lo invade y obtener un alivio.




[1] E. Laurent, La batalla del autismo: de la clínica a la política. Buenos Aires, Gramma Ediciones, 2013. P. 81
[2] Ibidem, p. 81
[3] Ibidem, p. 83
[4] Ibidem, p. 82
[5] Ibidem, p. 92
[6] https://www.aacademica.org/000-054/829.pdf
[7] Ibidem, p. 84, 85.



Cartelizante: Neart Vicuña (Asociado Nel Maracay).
Tema: ¿Cómo se constituye el sujeto autista?

Mis inquietudes nacen por mi trabajo con autistas, por mi angustia en cuanto a la función del analista en formación y las contingencias que se presentan en la práctica al momento de enfrentar el discurso científico en la institución educativa en la que trabajo. Tal discurso, apoyado en la medicina y la farmacología, sostiene planteamientos basados en la estadística y los manuales como el DSM-V para realizar diagnósticos, entre otros, el de autismo. Como consecuencia, esta institución  ordena una práctica en la cual es obligatorio el uso de manuales tales como el DSM-V y la aplicación de protocolos para realizar diagnóstico y especialmente para cuantificar funcionabilidad, capacidad intelectual y de adaptación social del niño. Es mi experiencia haber tenido que ceder a la aplicación de estos protocolos y al uso de estos manuales para dar cuenta de los casos, lo cual dificulta mi deseo a la escucha. Ante esta situación me pregunto qué lugar puedo tomar en esta institución como practicante del psicoanálisis, para ejercer mi práctica.  

Santiago Castellanos[1], hablando sobre el lugar del psicoanálisis en la actualidad, dirá: “hay una alianza del Otro de la medicina con el Otro de la industria farmacéutica, para obturar la posibilidad de tratar la singularidad del que sufre en su síntoma. Para las neurociencias el sujeto queda reducido a un trastorno de las funciones cerebrales y la respuesta universal está en el protocola y la medicación”.

¿Cómo puede un profesional con orientación psicoanalítica ejercer su práctica clínica si trabaja en una institución que se maneja bajo el Otro de la medicina y el Otro farmacológico utilizando los métodos conductuales para el abordaje del autismo, sin posibilidad de dar lugar a la escucha subjetiva? ¿Le conviene al sistema capitalista utilizando lo pedagógico mantener las prácticas cognitivo conductuales en el sujeto autista para su beneficio?
Con respecto a esta pregunta, este mismo autor plantea que Lacan había anticipado que: “el mercado y la ciencia se convertirán en los nuevos amos que amenazan con reducir el espacio de la subjetividad y al psicoanálisis mismo”[2].
 Una última pregunta ya con fines de formación teórica y clínica ¿en qué momento se constituye un sujeto como autista?
Para responder mis preguntas y continuar con mi investigación en este cartel, revisé dos textos: Escuchen a los autistas, de J. C. Maleval[3], y La historia secreta del sistema educativo[4]. 
Es a partir de estas lecturas que me pregunto si  el sistema Capitalista en general está diseñado para no escuchar las particularidades del sujeto independientemente de cual sea su estructura, autista, psicótico, neurótico etc. ¿será el sistema educativo solo un instrumento diseñado para hacer caso omiso a la individualidad y sus necesidades? ¿Estará solo enfocado en crear funcionarios para la sociedad, en pro del desarrollo social no interesado en los sujetos, sus síntomas y angustias? Este sistema se topa con el autista, un sujeto negado a convertirse en un funcionario más entonces ¿representará una pérdida de material humano para la maquinaria mercantil?

Maleval expone en su libro Escuchen a los autistas, el caso de una autista de alto nivel conocida como Donna Williams quien dice: “el mejor abordaje seria el que no sacrifica la individualidad y la libertad del niño a la idea que se hacen de la respetabilidad y de sus propios valores los padres, profesores y consejeros”.   Otro sujeto autista al cual nos remite Maleval afirma: “las personas que más me han ayudado siempre son las más creativas y menos aferradas a los convencionalismos” Entonces… ¿cómo hacer esto posible cuando hay un sistema diseñado para la no-escucha del sujeto?

Este trato global a través de recetas que se le dan a los síntomas y particularidades de los autistas produce que permanezcan sin ser escuchados en lo más íntimo y real de cada sujeto. Son sujetos a los que no se les pregunta y si se les pregunta es con la predisposición a la no- escucha ¿Quién puede escuchar con atención cuando está ubicado en la posición del que todo lo sabe y tiene todas las respuestas?.

Las demandas son llenadas con las infinitas opciones que te proporciona el sistema tales como terapias, medicamentos, instrumentos de evaluación, técnicas y una gran lista de etcéteras que llevan al sujeto a seguir consumiendo.

¿Será este discurso actual de completitud, donde todo está lleno y colmado lo que explicaría la cantidad cada vez mayor de autistas? Con respecto a esto, retomamos a Santiago Castellanos quien nos dice:   “(…) en la actualidad lo que viene al lugar de mando en el discurso capitalista son los objetos, lo que se supone que el sujeto pase al lugar de consumidor y al mismo tiempo consumido por los mismos. Este discurso funciona en una circularidad que excluye la imposibilidad y que por tanto se retroalimente a sí mismo”[5].

 ¿Será que este no hay nada que preguntar ni cuestionar, sino que todo está servido y listo por la ciencia lo que promueve para el sujeto en general asumir una posición autista sea cual sea su estructura? Más adelante, en el mismo texto, Castellanos plantea que: “la civilización actual se destaca por la producción generalizada de objetos para el goce pulsional, este es un goce que tiene un carácter autístico y anónimo, estereotipado, repetitivo, del que es muy difícil deshacerse porque el mercado lo alimenta incesantemente.”

¿Esto pondrá en riesgo el deseo del sujeto?  ¿Será que al hacernos funcionarios del orden social el sujeto deja de ocupar un lugar de deseo? ¿Esto explicaría la banalización de los criterios diagnósticos cada vez más volubles y amplios? ¿A mayor cantidad de autistas mayor el número de sujetos que consumen todos los productos y alternativas que ofrece el mercado para su tratamiento? Esas son las interrogantes que me hago a partir de la relación que mantiene el sistema capitalista mercantilista con el tratamiento que ofrece al sujeto como consumidor, obviando la singularidad y el deseo; las repercusiones de este tratamiento al autismo para el que se ofrece un abordaje cognitivo conductual y tratando de dilucidar si existe relación entre esta maquinaria y el incremento de diagnóstico de casos de autismo; y de cómo hace esta maquinaria para sacarle provecho a esa población ya que representan una pérdida de material humano y quizás por eso el afán para introducirlos en el sistema pedagógico. De estas interrogantes partiendo de la práctica y la literatura he podido comprender que no hay pérdida de material humano, más bien se recoge el goce.

Al respecto, Santiago Castellanos[6] nos ofrece nuevamente una reflexión: “(…)  la gran data social de control generalizado, las neurociencias, el proceso de higienización y medicalización de la vida cotidiana. Big money y el discurso que lo acompaña: el sujeto emprendedor de sí mismo, auto explotado y esclavizado, para servir a la sociedad de rendimiento y consumo.”  Entonces podemos pensar que  el autista si representaría una pérdida para servir a esta maquinaria, motivo por el cual el tratamiento ofrecido apunta a su adaptación social.

El otro aspecto de mi pregunta relacionado con el momento en que se constituye un sujeto como autista, son importantes los datos que nos ofrecen en una entrevista Silvia E. Tendlardz y Patricio Alvarez[7].

Aclarando algunos términos como necesidad, demanda y deseo, estos autores exponen la conformación de la subjetividad del ser humano. Al principio, el sujeto es un ser viviente. Se diferencia del animal al introducirse en lo humano, donde lo humano es el lenguaje. El lenguaje existe antes del nacimiento del niño donde para constituirse como sujeto necesita primero alienarse a la madre, el Otro primordial,  quien le da sentido a la demanda y lo introduce en la cadena significante.  Al satisfacer las primeras necesidades y el llanto, para este momento un llanto de puro real, la madre, mediante su deseo comienza a darle sentido a este llanto.  Si  este sujeto desea, es porque se asume en falta y demanda la completitud del Otro primordial. El sujeto queda así, alienado al significante del deseo de la madre, quiere ser lo que completa a la madre. El sujeto buscará entonces repetir esa primera satisfacción en la que se sintió colmado. Lacan afirma durante toda su enseñanza que el sujeto nunca quedará colmado como aquella mítica vez y eso es lo que nos hace sujetos deseantes.
El otro paso para constituir al sujeto seria la separación que viene después de la alienación donde surge un deseo propio al sujeto, cuando se pregunta ¿Qué quiere el otro de mí?  De esto me hago las preguntas a través de mi trabajo con autistas, y partiendo de que el deseo proviene de la no completitud ¿él autista estará completo? ¿Será por esta completitud que no desea, ni se pregunta? ¿Hay relación entre lo completo del discurso científico resultado del capitalismo, con la caída del nombre del padre y la relación con el goce y completitud que establece el autista?  En este caso entendemos que en el autismo no hay relación con el Otro ya que el lazo se establece en lo simbólico.  

Nuevamente, Santiago Castellanos[8] nos ofrece planteamientos que nos permiten algunas reflexiones: “(…) el sujeto moderno vive conectado a las redes, el sujeto contemporáneo vive cada vez más enganchado a esta cultura o más prisionero del goce autista que las pantallas proveen.”  Podemos decir que cada vez somos menos sujetos y más autistas. ¿Será conveniente para el discurso capitalista?

De mi primera pregunta sobre el momento que se constituye el sujeto como autista me han surgido otras ¿el autista queda atrapado en el momento de la alienación, donde se siente parte de la madre y está completo y colmado? O ¿en el autista ni siquiera hubo alienación? O ¿pueden darse los dos casos? ¿Esto explicaría los diferentes niveles de gravedad en el autismo?  Entendiendo que el Edipo tiene tres momentos que son alienación, separación y un tercer momento que sería el momento de la privación al goce ejercida por el Nombre del Padre, me surgen las preguntas ¿Será entonces que el autista es puro real y puro goce, puro ser viviente? Al momento de trabajar con un autista ¿Qué posición debe tomar el analista? ¿Será el autista un tipo de psicosis más severa? O ¿sería otra estructura? O ¿Qué estructura psíquica en el autismo?.

En la actualidad me cuestiono sobre si hay posibilidad de hacer lazo en los autistas, y especialmente en los considerados casos severos, partiendo de la referencia a Jacques Alain Miller definiendo el lazo social, citado por S. Castellanos[9]:  “el sujeto no es por estructura autista, porque no hay sujeto sin Otro. El Otro de los significantes y del lenguaje lo precede y ubica, la importancia de la dominación de los significantes amos que cambian a cada época.”

En la práctica he podido darle lugar a la escucha particular a cada sujeto, y he tratado a través de los planteamientos psicoanalíticos desarrollados por Maleval establecer criterios diagnósticos para diferenciar al autista de otros niños que han sido diagnosticados bajo los criterios laxos del DSM. En base a esto,  uno de los criterios que utilizo para hacer diagnóstico clínico de autismo es si  el sujeto puede ubicarse como sujeto de la enunciación en su discurso. Esto nos permite diferenciarlo que tienen carencia enunciativa que serían los autistas, sujetos que están en el lenguaje pero no en el discurso.

Jean Claude Maleval en su texto: “Más bien verbosos, los autistas[10]”, nos orienta al respecto. Podemos decir que la verborrea es el uso de la lengua donde no hay enunciación, el autista se protege del objeto voz tanto de la propia como de la del Otro. Sería lo mismo ser verborreicos que ser mutista; ambas están evitando la interlocución con el Otro. El autista se caracteriza por no haber  incorporado el objeto vocal que soporta la identificación primordial, resulta de eso una carencia de S1, su goce no queda cifrado en el significante, hay una escisión dolorosa entre los afectos y el intelecto. 

Es decir en la práctica podemos entender que el autista no se enuncia quiere decir que pronuncia sus palabras pero no las utiliza para dirigirse a otro. Se manifiesta con voces artificiales, sin expresividad. Cuando el niño habla se apropia del significante, los siente, a pesar de tener todas las características superficiales, digamos, comportamentales de autista. 

En mi práctica profesional he optado por no colocar diagnóstico de autismo a estos niños, trayéndome críticas y descontento por parte de los otros colegas. Pero sostengo mi posición autorizándome en las palabras de Maleval: “La carencia enunciativa no pone en riesgo el goce vocal, ni su presencia, ni sus afectos”[11].



[1] http://crisis.jornadaselp.com/hacia-las-xiv-jornadas-crisis-que-dicen-los-psicoanalistas/
[2] http://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-27/crisis-que-dicen-los-psicoanalistas/
[3] Maleval, J. C.,  “Escuchen a los autistas”. 1ª ed. Grama, Buenos aires, 2012.
[4] http://historiasecretadelsistemaeducativo.weebly.com/indicegeneral.html 
[5] Ibidem, 1
[6] Ibidem, 2
[7] https://www.youtube.com/watch?v=L1_jKs1VIpQ  
[8] Ibidem, 2.
[9] Ibidem, 1.
[10] https://espaciopsicopatologico.files.wordpress.com/2017/02/mc3a1s-bien-verbosos-los-autistas-maleval.pdf
[11] Ibidem, 10.

Cartelizante: Yeleny Martínez (Asociado Nel Maracay).

Tema: Angustia del practicante con el sujeto autista.

Mi pregunta va orientada hacia La angustia del practicante de psicoanálisis de orientación lacaniana en la clínica con el autista: ¿Qué hacer con un sujeto que no quiere decir nada? Pues se sostiene que si no hay un discurso, entonces no hay significantes disponibles en el dispositivo.

A partir de los comentarios de José Fernando Velásquez con respecto al caso Marie Francoise, de Rosine Lefort, en su artículo  “El Deseo del analista y el autismo”[1], podemos entender  que si hay un niño autista es porque este ocupa y se realiza como objeto del Otro, bien sea este Otro la madre o la institución y que el sujeto encuentra de este modo un impedimento  en el  acceso a la representación fundamental y por consiguiente a la  lengua y al deseo. El niño puede encarnar el objeto de ese goce femenino sin norma ni ley al momento en el que aparece una voluntad del Otro de querer ayudarlo, cuidarlo, resolverle, sanarlo, etc.

 El abordaje maternal se convierte en el pecado original de aquellos que trabajan clínicamente con niños y más si ellos son psicóticos.

El primer asunto es  que como practicante del psicoanálisis debe existir la precaución de caer en este abordaje maternal y ocupar el lugar de la excepción para trabajar con lo que el niño autista o el psicótico permiten.

Lo segundo es una pregunta en relación a la dirección en el abordaje psicoanalítico: ¿la práctica está orientada a descubrir cuál es el  lugar del niño en ese goce del Otro o lo que en psicoanálisis se llama la dimensión Real del objeto? Podemos decir que para Lacan ir más allá de la concepción de la Relación de Objeto implica no  solo  la relación  niño-madre, sino la relación del niño como objeto de ese goce Otro de la posición femenina, ese goce que escapa al significante y por consiguiente al sentido.

Entonces a partir de los aportes de Lacan, podemos decir que es a partir del deseo de un practicante que se podrá ofrecer a un niño autista o psicótico la posibilidad de acceder a una separación de su propio ser de goce. Por otro lado, la transferencia y la posición del practicante respecto a su propio goce son fundamentales en la clínica psicoanalítica, y también en la clínica con niños.

No ceder a la demanda por un lado y por otro lado, ocupar un lugar distinto al del Otro materno permite agujerear un poco el goce del niño autista.

Para entender esto me pareció importante estudiar un poco el caso de Marie Francoise, que Rosine y Robert Lefort publican en su texto “El Nacimiento del Otro”. Para este momento, Rosine ya había culminado su análisis con Lacan. Es un análisis que tiene lugar en los años 50 cuando Lacan estaba comenzando su Seminario.

Recordemos que Marie Francoise fue abandonada a los dos meses de vida y hasta los diez meses estuvo en una casa cuna. Tuvo muchas hospitalizaciones incluso por períodos largos de tres a cuatro meses. A los 2 años llega a la institución "Parent de Rosan" donde la trataría Rosine Lefort. Cuando la atiende por primera vez tenía treinta meses y diagnóstico de Esquizofrenia infantil o Autismo. Es un proceso que se inicia con condiciones mínimas, explica R. Lefort;  es decir no hay consultorio, las sesiones se realizan al lado de la cuna, no hay palabras en tanto el sujeto no habla. Sin embargo la analista opera marcando una puntuación, lo cual no da lugar a una elucubración de saber pero sí permite regular el goce. Se hace posible establecer un orden marcando un inicio y un final de la sesión.

A pesar del sufrimiento intolerable para el sujeto en las primeras sesiones por la imposibilidad de tomar el objeto comida que tiene en frente, y al cual desea, Rosine no la considera "enferma", "incapacitada" o ‘invalida’. Esto es una posición que puede sostener a partir de su análisis y de la enseñanza de J. Lacan: tomar al sujeto del goce en su libertad, y no al sujeto de la necesidad, afirma R. Lefort.

El analista hace excepción, no hace parte de ese Otro que representa el goce para el "niño autista" (la institución de asistencia en este caso) y con ello provoca una discontinuidad en la manera como procede y responde el niño a su goce. Por ejemplo, en la tercera sesión Rosine Lefort se propuso sostener un "No" a ser quién le diera comida o la cambiara de ropa, dando lugar al sujeto a hacer con su goce y su deseo.

Textualmente dice: Ella que se muere de ganas de comer ese arroz con leche, no puede hacerlo y su angustia no se hace esperar. Se mantiene de pie ante el plato, devorándolo con los ojos, cerca de su rostro, sus manos crispadas sobre el borde de la mesa, y hace ruidos de succión muy sonoros.

La responsabilidad de un practicante frente a ese sujeto es política porque antepone a los ideales de "normalidad comportamental, escolar, o social", ante las "necesidades más apremiantes", antepone a todos ellos, el vacío fundamental en el que se constituye el deseo. Es a partir del recorrido analítico del practicante  que se puede captar el goce en la repetición estereotipada de la pulsión, así como también sabe que es bajo transferencia que se arma el recorrido de la pulsión, siempre parcial, como un goce sin sentido que gira entorno a un objeto que falta, anclado a una zona erógena, y volviendo al mismo punto de partida.

Si para todo sujeto es necesario producir una negativización del Otro, el autista la produce por la vía de lo Real. Todo este laborioso recorrido de “agujereamiento” del Otro, es realizado por el niño con el cuerpo del analista; tomando sus lentes, tirando de sus cabellos, oprimiéndole un lunar, introduciendo sus dedos en la nariz, oprimiendo su pómulo y su ojo.
Lo interesante de este caso para mi es que la analista no operó con un programa previo ni tampoco bajo las mejores condiciones. Ella disponía de su recorrido analítico y su saber hacer.

 El acto analítico permitió separar al niño autista del goce masivo que lo invadía, un recorrido realizado a pesar de la angustia que implicara para el sujeto, con sus manifestaciones más bizarras.

Conocer la manera con la que algunas instituciones abordan el autismo me permite pensar en lo apremiante de esta situación que está ocurriendo en todas partes del mundo. No solo por las leyes que incitan a excluir al psicoanálisis como forma de tratamiento para así ampliar métodos de condicionamiento y conductistas adecuados al discurso científico; sino que además se utiliza masivamente la presión, incluso la intimidación para promover cuidados totalitarios y totalizantes que se autoproclaman como único tratamiento válido del autismo. Lejos de esta reducción, hay que diferenciar los diferentes acercamientos a esta entidad clínica.

 Así mismo las clasificaciones actuales de los trastornos mentales ubican en el mismo nivel diagnóstico a algunos problemas que pueden presentarse durante la infancia tales como el tartamudeo o la enuresis (haciendo referencia a una “normalidad” estadística), con problemas graves del desarrollo como trastornos desintegrativo infantil, el trastorno de Rett, o el trastorno autista. Los debates permanentes con respecto al diagnóstico de autismo demuestran la inestabilidad de esta categoría. De hecho en el DSM-V, el Trastorno autista pasa a ser denominado “Trastorno del espectro autista”, categoría que hace más inespecífico aún el diagnóstico de esta entidad clínica.

En la actualidad se ha presenciado como se le ha dado vida a  múltiples hipótesis etiológicas, tales como la genética, la de intoxicación por sustancias como las de las vacunas, intoxicación plomo; la hipótesis neurocognitiva, y otras, todas presentadas como verdades científicas. Estas hipótesis causales responden estrictamente a la reducción del autismo a un trastorno biológico que afecta al desarrollo, por lo  que  se banaliza la clínica. Como consecuencia, cualquier niño que presente un problema puede ser diagnosticado como autista y por supuesto no tardan en aparecer las intervenciones de tipo institucional y educativo. Aparecen entonces tratamientos basados técnicas cognitivas –conductuales que trae como consecuencia que el niño, sea o no autista, no sea visto como un sujeto de derecho, con particularidades y posibilidades de producir algo que tiene que ver con su singularidad y que le permitiría hacer con el problema que presenta.

Ahora bien, como practicante del psicoanálisis me pregunto cómo recoger lo que el autista produce; cómo hacer con eso que trae el autista y lo presenta sin palabras.

El comentario sobre el libro de Silvia E. Tendlarz y Patricio Alvarez[2] nos permite ubicar como eje conductor para trabajar estas preguntas.  Retoma algunos planteamientos de Lacan en distintos momentos de su enseñanza en relación con la psicosis como eje conductor para ubicar en el autismo sus dificultades con el lenguaje. Comienza retomando  el “no hay llamado” en la psicosis que Lacan ubica en los años 50, pasando a la serie de elaboraciones posteriores. En los años 60 se ubica el binomio alienación-separación que marcan un avance en las elaboraciones de Lacan con respecto a la constitución subjetiva y que pueden orientarnos en las preguntas que se decantan en el trabajo de este cartel. A partir de estos planteamientos de Lacan, Jacques Alain Miller propone en ese momento que “el autista elige el ser vacío del sujeto”. Posteriormente, Eric Laurent en su texto La batalla del autismo, plantea que hay una “forclusión del agujero” y un retorno del goce sobre el borde, permitiendo explicar su encapsulamiento y la ruptura con el lazo social en esta entidad clínica.

Estas teorizaciones nos presentan la posibilidad de continuar un trabajo de investigación para avanzar en las preguntas que el autismo nos platea.

Finalmente, la última enseñanza de Lacan nos permite situar cómo el traumatismo del lenguaje afecta al niño autista dejándolo sin cuerpo, sin imagen, y con un funcionamiento del uso de lalengua que le es propio, tal como lo plantea Miller en su texto El ultimísimo Lacan.
Podemos concluir además que el psicoanálisis orienta la escucha sobre lo singular de cada niño, sin reducirlo a un diagnóstico y dando un lugar fundamental a aquello que es de cada uno, lo propio, volviéndose así un instrumento que se aleja de un saber fijo que desdibuje al sujeto autista, ya que plantea que lo incurable de la estructura no significa que el sujeto no tenga una salida de su sufrimiento, a partir de una invención singular a la que apuesta el analista en la dirección de la cura.


[1] http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/varite/edicion/El-autismo/494/El-deseo-del-analista-y-el-autismo
[2] http://lecturalacaniana.com.ar/que-es-el-autismo/


Cartelizante: Silvia Chuello (Participante Nel Maracay)
Tema ¿Qué ofrece el psicoanálisis a un niño autista en el aula de clases?

La experiencia del cartel ha sido significativa para mí, es la primera vez que participo con un grupo de investigadores interesados desde sus preguntas por el autismo; razón por la cual me ha causado un cambio sobre aquellos sujetos que son diagnosticados autistas.

Puedo expresar que mi interés por participar en el cartel sobre autismo se debe a mi experiencia laboral en una institución educativa, y de acuerdo con esa práctica, busco ubicarme en ese escenario de encuentro donde la mayoría de los casos, colocan al individuo en situaciones que evidencian sus problemáticas subjetivas, por ejemplo la incorporación del autista en el aula de clases y las demandas que generan tanto en los Docentes como en los padres para encontrar tratamientos de cura ante este problema, ya que es renombrado en el entorno escolar.

Ahora bien, ¿Qué es un autista? No lo sé, pero estoy de acuerdo con lo que plantea el Psicoanálisis, lo que ha aumentado mi atención por conocer ¿Qué ofrece el psicoanálisis al autista?

Para tal efecto, Marita Manzotti (2008) plantea en un artículo publicado en la revista Imago agenda sobre la Clínica del autismo infantil: El Psicoanálisis se ocupa de lo que la ciencia excluye, en este caso: la presencia de un sujeto en el autista. Un sujeto cuyas manifestaciones y síntomas pueden ser “leídos” como signos de lo que acontece con su ser –de una “decisión insondable de su ser. Agrega además que, el psicoanálisis concibe al autista como un sujeto que trabaja activamente para eludir la implicación con el otro, para defenderse del encuentro simbólico del otro, en tanto que le resulta insoportable y dolorosa.

Asimismo, “Desde el psicoanálisis –afirma Marita Manzotti – sostenemos que hay en estos niños una insondable decisión del ser de no ceder al significante, mantener al otro al margen y “hacer de la lengua una lengua muerta”, lo que lleva a decir que desde el psicoanálisis el autista es visto como la expresión de una estructura psíquica que imposibilita al sujeto, hacer lazo con el Otro. Sin embargo en el autismo según Rosine Lefort afirma que “el otro no existe”. Esta orientación se manifiesta en su primera obra, titulada El nacimiento del Otro, que marcó una época. La audacia de este libro fue hacer entender de un modo nuevo las consecuencias que supone la presencia de lo simbólico en el mundo del sujeto, lo simbólico que “ya está siempre ahí”. El Otro puede “estar ahí” y, al mismo tiempo, no tener existencia para un sujeto. Es designado, entonces, como “el Otro que no existe”.

Debido a ello, la clínica psicoanalítica presenta un encuentro que admite la singularidad del sujeto, reconociendo sus invenciones mediante lalengua, el lenguaje y la lengua. Este encuentro provoca “respuestas” que es aprovechado por el practicante; y es a partir de ahí que se hace uso de lo que ocurra, tomando en cuenta solamente lo que el sujeto desee mostrar.

Dada estas consideraciones el abordaje psicoanalítico es el único capaz de proponer una comprensión a que el sujeto resuelva mediante la vía más humana; más allá del método científico, entonces mis preguntas van reorientadas en: ¿Qué ofrece el psicoanálisis a la angustia del practicante? ¿Será qué la angustia del practicante está por encima a la demanda del autista?.


Cartelizante: Sonia Espinoza (Participante Nel Maracay) 
Tema: El estatuto del lenguaje para el sujeto autista y para la psicosis. 

Desde mi práctica profesional pública y privada como psicopedagoga y actualmente como practicante del Psicoanálisis de Orientación Lacaniana, he tenido la oportunidad de trabajar con niños y adolescentes autistas. Surge así mi interés por el lenguaje. Inicialmente me planteo como interrogante ¿Cuáles son las diferencias en el lenguaje entre la psicosis y en el autismo?. Esta duda aparece como resultado de mi cuestionamiento al diagnóstico de autismo en algunos escolares que me eran referidos. Posteriormente, considerando la amplitud de esta interrogante y dada la diversidad de características del lenguaje con las que me estaba encontrando en la práctica, decido orientar el trabajo en el cartel con la pregunta: ¿Cuáles son las características del lenguaje de los autistas descritas en los textos de Jean Claude Maleval? Encontrándome primeramente la necesidad de conocer a que se refiere el autor con lo que llamó Estructura Autística en el año 2017, según sus planteamientos en una Conferencia dictada en Bogotá y que guarda estrecha relación con el lenguaje: 

1.- La retención de los objetos pulsionales tiene consecuencias en el contacto con el Otro, llevándolo al repliegue social por no ceder a la comunicación. 

2.- Maleval se plantea la posibilidad de demostrar la estructuración del sujeto en un Otro de los signos. Es decir, la estructura por el signo y no por el significante (hay un S2 sin S1). 

3.- El aparataje del goce se da por el borde, el cual está constituido por: el objeto autista, el borde y el islote de competencias. Maleval propone utilizar los intereses específicos del autista para propiciar un intercambio. 

Entre las características del lenguaje de los autistas descritas por el autor destacan: 
  • Se protegen del goce vocal a través de la falta de enunciación. 
  • La carencia enunciativa, es decir, el acto de habla no tiene intensión (comunicativa, queja, reclamo, petición). 
  • La enunciación puede ser: mortífera, desfasada, borrada o técnica. 
  • La enunciación guarda extrañeza. 
  • Los sujetos están en el lenguaje pero no en el discurso, se encuentran mínimamente captados por el lenguaje, pero rechazan entrar. 
  • Más de la mitad de los autistas hablan. 
  • El parloteo del autista es pobre o extraño, parece monótono como de un bebe somnoliento, sin ánimo y sin inflexión intencional. 
  • La adquisición de la palabra se hace primero por la imitación del comportamiento verbal de un doble (ecolalia), luego por aprendizaje intelectual o memorización de palabras conectadas a imágenes. 
  • Se muestran más receptivos a palabras mimosas y lúdicas que a entonaciones imperativas. 
  • El “mot herese”, “baby talk” o “habla bebé” no angustia al bebé, es decir, exagerar la prosodia, hablarle lento, repetir, usar entonación y volumen adecuado a un bebé. 
  • Los sujetos autistas se protegen de la presencia angustiante de la voz a través de lo verboso o del mutismo 
  • Se angustian porque la voz (la intensión) no se liga al lenguaje. 
  • El autista no quiere ceder en relación al goce vocal, la incorporación del Otro del lenguaje no se opera. 
  • Ante la angustia pueden salir del mutismo con frases con presencia enunciativa. 
  • Es el goce vocal lo que angustia al autista 
  • Algunos para protegerse del goce vocal, montan una sordera electiva. 
  • El soliloquio resuelve lo doloroso de su soledad. 
  • El lenguaje no está dirigido, parecen hablar al vacío, no al interlocutor. 
  • Las palabras son más emitidas que habladas. 
  • Hablan a condición de no decir nada. 
  • El uso correcto del “yo” es tardío y a veces no ocurre. 
  • No hay sujeto del enunciado (yo, mío, mí, nosotros). 
  • Algunos presentan inversión prenominal. 
  • Les angustia la voz humana directa. 
  • La voz se presenta como un objeto de goce inquietante. 
  • Su comprensión es literal. 
  • Presentan dificultades en la significación del mensaje, sobre todo porque la comprensión del mensaje implica atención a la enunciación y al significante amo. 
  • Los autistas no saben que los sonidos pronunciados por el otro están en conexión emocional. 
  • Tienen dificultad para hablar de sí y expresar sentimientos íntimos. 
  • Se le dificulta reunir pensamiento y emoción. 
  • Se presentan conversaciones unilaterales en temas de su interés (islote de competencias) 
  • El entusiasmo les inspira un discurso verboso. 
  • Pueden hacer comentarios absurdos. 
  • Tardan en comprender que el lenguaje sirve para comunicarse. 
  • Prefieren que el interlocutor no se dirija a ellos personalmente. 
  • Algunos utilizan la comunicación facilitada (enunciación borrada-video grabadora). 
  • Presentan dificultad con la prosodia (entonación, tono de voz, velocidad, fluidez, y énfasis en las palabras) 
  • Presentan dificultad para interpretar la entonación y alcanzar el humor. 
  • La voz parece artificial, sin expresividad, mecánica, melódica, monótona e incluso caricaturesca. 
  • A veces hay exceso o defecto de volumen y velocidad al hablar. 











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