“Para el niño pequeño, los padres son al
comienzo la única autoridad y la fuente de toda creencia. Llegar a parecerse a
ellos -vale decir, al progenitor de igual sexo-, a ser grande como el padre y
la madre: he ahí el deseo más intenso y más grávido en consecuencias de esos
años infantiles. Ahora bien, a medida que avanza en su desarrollo intelectual
el niño no puede dejar de ir tomando noticia, poco a poco, de las categorías a
que sus padres pertenecen y dudar del carácter único y sin parangón que les ha atribuido.”
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