Cartel: ¿Qué es el Autismo para el Psicoanálisis de Orientación Lacaniana?
Más Uno: Adriana Meza.
Más Uno: Adriana Meza.
Tema: El Cuerpo en el Autismo.
Las preguntas que orientan esta investigación
en el cartel, apuntan a dilucidar las particularidades del cuerpo en el
autismo; y por otro lado, a establecer las diferencias clínicas entre esta
entidad y la psicosis.
Podemos comenzar diciendo que el cuerpo para
el psicoanálisis no es el organismo, sino que es algo que se construye. Desde
la primera enseñanza de Lacan el cuerpo se constituye a partir de una pérdida
de goce introducida en el organismo por efecto del lenguaje. El significante que incide en el organismo
produce un efecto de desvitalización, un efecto de pérdida de goce. El objeto a
es lo que se desprende cuando se produce esta pérdida, y es así como el
organismo deviene como cuerpo para el ser hablante. El objeto a constituye un vacío en el que los fragmentos del cuerpo (mirada, voz,
heces, pecho) pueden ubicarse. Tiene consistencia de agujero, consistencia que
organiza un borde que condensa el goce conformando así las zonas erógenas a
partir de las cuales se ordena la pulsión en el cuerpo. El objeto a solo se
constituye si el sujeto supone al Otro incompleto; es decir, solo se constituye
en relación a la falta, a la ausencia del Otro.
El autista no cede a la falta en el Otro, por lo que no se produce la
pérdida de goce y no se desprende el objeto a. Ese vacío propio de la falta del
objeto está forcluído en el autismo, por lo que el goce no puede ordenarse y se
presenta disperso. El funcionamiento del cuerpo del autista revela el exceso
del objeto a.
E. Laurent en su libro La batalla del autismo retoma la hipótesis de Miller
con la cual propone que el autista está “sumergido en lo real”[1]
y plantea que los autistas nos enseñan que en ese registro “nada falta porque
nada puede faltar”; es un registro donde “no hay agujero”[2].
Es lo que Miller llama la “forclusión de la falta”[3].
La forclusión del agujero[4]
en el autismo propuesta por E. Laurent a partir de los planteamientos de
Miller, le permite explicar las particularidades del cuerpo en el autista a la
luz de la última enseñanza de Lacan. Plantea que es un cuerpo que puede ser
concebido como “el agujero central de un toro[5]”.
Es una topología impuesta por lo real, dice Laurent, donde lo interior y lo
exterior se presentan en continuidad, por lo que no puede distinguirse entre el
adentro y el afuera. Al no existir el agujero, no hay borde
ni circuito pulsional, por lo que el goce no puede ser ordenado por la pulsión
e invade masivamente al sujeto.
En este mismo texto, encontramos que para E. Laurent
el autista se defiende del goce con lo que él llama un neo-borde. Es un borde
construido por el autista usando objetos, incluso su cuerpo, caparazón que le
permite un encapsulamiento para rechazar al goce del Otro que se vuelve
amenazante. Este borde no es del todo infranqueable, permite incluir algunos
objetos e incluso, personas.
Esta topología tiene implicaciones en la clínica
pues pretender un
tratamiento con autistas, destaca Laurent. Supone para el practicante el
enfrentamiento con un real para el que
se ha de encontrar una solución singular,
en la cual hay que incluir aquello que
el autista presenta como defensa: el borde, lo que hace límite de su relación con el Otro.
Algunas consecuencias
clínicas de la topología del cuerpo en el autismo:
Laurent explica que en tanto el
autista no puede separarse de la voz, ésta que se presenta para él como un
ruido, lo real sinsentido de lalengua que lo invade. Esta es la forma en que se
presenta la alucinación para el autista, a diferencia del fenómeno elemental en
la psicosis, donde la voz da cuenta del retorno en lo real del significante.
Plantea también que el ordenamiento espacio-temporal es imposible para el
autista. Sus tropiezos con los objetos del espacio, la imposibilidad de
distinguir las distancias. Por esto, observamos que estira su mano para
alcanzar un objeto que se encuentra muy alejado de él, confunde los agujeros
del cuerpo del analista con la ventana; se tapa los oídos al ver pasar un avión
a lo lejos para protegerse del ruido.
También podemos observar la experiencia de fascinación o de horror de algunos
niños ante un agujero. En la clínica observamos niños que tapan los orificios
de su cuerpo, o realizan la extracción continua del contenido del agujero anal
en un rechazo de ese objeto heces sin forma que le causa horror.
Para el autista se hace imposible habitar su cuerpo. Es por eso que no
puede dar cuenta de que tiene un cuerpo y hacer uso de él; no puede dar cuenta
del dolor[6],
por ejemplo. Sólo puede intelectualizar su cuerpo o percibirlo desde el
exterior.
Para finalizar, retomo
una pregunta de E. Laurent que evidencia la ética del psicoanálisis respecto
del autismo. Dice: “Para estos sujetos que carecen de límites y de borde, ¿cómo
instituir un límite, no a partir de un aprendizaje, el que sea, sino
construyendo una cadena que amalgame objetos, acciones y formas de hacer, de
modo que se constituya un circuito dotado de función de borde y de circuito
pulsional?”[7]
Así, nos ofrece algunas
propuestas de abordaje del autismo sostenidas en la manera como el goce se
presenta para el autista; es decir, sostenidas topología de su cuerpo. Plantea que el analista debe implicarse en un
trabajo que permita al sujeto autista extender los límites del borde con el que
rechaza lo amenazante del Otro. Para esto, el analista se implica con su
cuerpo. Destaca la importancia de acoger la heterogeneidad de materiales con
los que el autista construye este borde (objetos, el cuerpo, palabras, sonidos,
movimientos) y usarlos.
Ofrecer objetos al
autista, acompañar al sujeto en sus trayectos, hacer de estos trayectos un
circuito donde los objetos puedan sustituirse sin exceso de angustia; dejarse
usar por el sujeto, dejarse hacer desaparecer, dejarse anular por él, son
algunas maniobras con que nos orienta Laurent en la clínica con el autista. Son
maniobras del analista que pueden permitir al sujeto autista ceder algo del
goce que lo invade y obtener un alivio.
[1] E.
Laurent, La batalla del autismo: de la clínica a la política. Buenos Aires,
Gramma Ediciones, 2013. P. 81
[2] Ibidem,
p. 81
[3]
Ibidem, p. 83
[4]
Ibidem, p. 82
[5]
Ibidem, p. 92
[6] https://www.aacademica.org/000-054/829.pdf
[7]
Ibidem, p. 84, 85.
Cartelizante: Neart Vicuña (Asociado Nel
Maracay).
Tema: ¿Cómo se constituye el sujeto autista?
Mis inquietudes nacen por mi
trabajo con autistas, por mi angustia en cuanto a la función del analista en
formación y las contingencias que se presentan en la práctica al momento de
enfrentar el discurso científico en la institución educativa en la que trabajo.
Tal discurso, apoyado en la medicina y la farmacología, sostiene planteamientos
basados en la estadística y los manuales como el DSM-V para realizar
diagnósticos, entre otros, el de autismo. Como consecuencia, esta institución ordena una práctica en la cual es obligatorio
el uso de manuales tales como el DSM-V y la aplicación de protocolos para
realizar diagnóstico y especialmente para cuantificar funcionabilidad, capacidad
intelectual y de adaptación social del niño. Es mi experiencia haber tenido que
ceder a la aplicación de estos protocolos y al uso de estos manuales para dar
cuenta de los casos, lo cual dificulta mi deseo a la escucha. Ante esta situación
me pregunto qué lugar puedo tomar en esta institución como practicante del
psicoanálisis, para ejercer mi práctica.
Santiago Castellanos[1],
hablando sobre el lugar del psicoanálisis en la actualidad, dirá: “hay una alianza del Otro de la medicina
con el Otro de la industria farmacéutica, para obturar la posibilidad de tratar
la singularidad del que sufre en su síntoma. Para las neurociencias el sujeto
queda reducido a un trastorno de las funciones cerebrales y la respuesta
universal está en el protocola y la medicación”.
¿Cómo puede un profesional con
orientación psicoanalítica ejercer su práctica clínica si trabaja en una
institución que se maneja bajo el Otro de la medicina y el Otro farmacológico
utilizando los métodos conductuales para el abordaje del autismo, sin
posibilidad de dar lugar a la escucha subjetiva? ¿Le conviene al sistema
capitalista utilizando lo pedagógico mantener las prácticas cognitivo conductuales
en el sujeto autista para su beneficio?
Con respecto a esta pregunta,
este mismo autor plantea que Lacan había anticipado que: “el mercado y la ciencia se convertirán en los nuevos amos que amenazan
con reducir el espacio de la subjetividad y al psicoanálisis mismo”[2].
Una última pregunta ya con fines de formación teórica
y clínica ¿en qué momento se constituye un sujeto como autista?
Para responder mis preguntas y
continuar con mi investigación en este cartel, revisé dos textos: Escuchen a
los autistas, de J. C. Maleval[3],
y La historia secreta del sistema educativo[4].
Es a partir de estas lecturas que
me pregunto si el sistema Capitalista en
general está diseñado para no escuchar las particularidades del sujeto
independientemente de cual sea su estructura, autista, psicótico, neurótico
etc. ¿será el sistema educativo solo un instrumento diseñado para hacer caso
omiso a la individualidad y sus necesidades? ¿Estará solo enfocado en crear
funcionarios para la sociedad, en pro del desarrollo social no interesado en
los sujetos, sus síntomas y angustias? Este sistema se topa con el autista, un
sujeto negado a convertirse en un funcionario más entonces ¿representará una
pérdida de material humano para la maquinaria mercantil?
Maleval expone en su libro Escuchen
a los autistas, el caso de una autista de alto nivel conocida como Donna
Williams quien dice: “el mejor abordaje
seria el que no sacrifica la individualidad y la libertad del niño a la idea
que se hacen de la respetabilidad y de sus propios valores los padres,
profesores y consejeros”. Otro sujeto
autista al cual nos remite Maleval afirma:
“las personas que más me han ayudado siempre son las más creativas y menos
aferradas a los convencionalismos” Entonces… ¿cómo hacer esto posible
cuando hay un sistema diseñado para la no-escucha del sujeto?
Este trato global a través de
recetas que se le dan a los síntomas y particularidades de los autistas produce
que permanezcan sin ser escuchados en lo más íntimo y real de cada sujeto. Son
sujetos a los que no se les pregunta y si se les pregunta es con la
predisposición a la no- escucha ¿Quién puede escuchar con atención cuando está
ubicado en la posición del que todo lo sabe y tiene todas las respuestas?.
Las demandas son llenadas con las
infinitas opciones que te proporciona el sistema tales como terapias,
medicamentos, instrumentos de evaluación, técnicas y una gran lista de
etcéteras que llevan al sujeto a seguir consumiendo.
¿Será este discurso actual de
completitud, donde todo está lleno y colmado lo que explicaría la cantidad cada
vez mayor de autistas? Con respecto a esto, retomamos a Santiago Castellanos
quien nos dice: “(…) en
la actualidad lo que viene al lugar de mando en el discurso capitalista son los
objetos, lo que se supone que el sujeto pase al lugar de consumidor y al mismo
tiempo consumido por los mismos. Este discurso funciona en una circularidad que
excluye la imposibilidad y que por tanto se retroalimente a sí mismo”[5].
¿Será que este no hay nada que preguntar ni
cuestionar, sino que todo está servido y listo por la ciencia lo que promueve
para el sujeto en general asumir una posición autista sea cual sea su estructura?
Más adelante, en el mismo texto, Castellanos plantea que: “la civilización actual se destaca por la producción generalizada de
objetos para el goce pulsional, este es un goce que tiene un carácter autístico
y anónimo, estereotipado, repetitivo, del que es muy difícil deshacerse porque
el mercado lo alimenta incesantemente.”
¿Esto pondrá en riesgo el deseo
del sujeto? ¿Será que al hacernos
funcionarios del orden social el sujeto deja de ocupar un lugar de deseo? ¿Esto
explicaría la banalización de los criterios diagnósticos cada vez más volubles
y amplios? ¿A mayor cantidad de autistas mayor el número de sujetos que
consumen todos los productos y alternativas que ofrece el mercado para su
tratamiento? Esas son las interrogantes que me hago a partir de la relación que
mantiene el sistema capitalista mercantilista con el tratamiento que ofrece al
sujeto como consumidor, obviando la singularidad y el deseo; las repercusiones
de este tratamiento al autismo para el que se ofrece un abordaje cognitivo
conductual y tratando de dilucidar si existe relación entre esta maquinaria y
el incremento de diagnóstico de casos de autismo; y de cómo hace esta
maquinaria para sacarle provecho a esa población ya que representan una pérdida
de material humano y quizás por eso el afán para introducirlos en el sistema
pedagógico. De estas interrogantes partiendo de la práctica y la literatura he
podido comprender que no hay pérdida de material humano, más bien se recoge el
goce.
Al respecto, Santiago Castellanos[6]
nos ofrece nuevamente una reflexión: “(…) la gran data social de control generalizado,
las neurociencias, el proceso de higienización y medicalización de la vida
cotidiana. Big money y el discurso que lo acompaña: el sujeto emprendedor de sí
mismo, auto explotado y esclavizado, para servir a la sociedad de rendimiento y
consumo.” Entonces podemos pensar
que el autista si representaría una pérdida
para servir a esta maquinaria, motivo por el cual el tratamiento ofrecido
apunta a su adaptación social.
El otro aspecto de mi pregunta
relacionado con el momento en que se constituye un sujeto como autista, son
importantes los datos que nos ofrecen en una entrevista Silvia E. Tendlardz y
Patricio Alvarez[7].
Aclarando algunos términos como
necesidad, demanda y deseo, estos autores exponen la conformación de la
subjetividad del ser humano. Al principio, el sujeto es un ser viviente. Se
diferencia del animal al introducirse en lo humano, donde lo humano es el
lenguaje. El lenguaje existe antes del nacimiento del niño donde para constituirse
como sujeto necesita primero alienarse a la madre, el Otro primordial, quien le da sentido a la demanda y lo introduce
en la cadena significante. Al satisfacer
las primeras necesidades y el llanto, para este momento un llanto de puro real,
la madre, mediante su deseo comienza a darle sentido a este llanto. Si este sujeto desea, es porque se asume en falta
y demanda la completitud del Otro primordial. El sujeto queda así, alienado al
significante del deseo de la madre, quiere ser lo que completa a la madre. El
sujeto buscará entonces repetir esa primera satisfacción en la que se sintió
colmado. Lacan afirma durante toda su enseñanza que el sujeto nunca quedará colmado
como aquella mítica vez y eso es lo que nos hace sujetos deseantes.
El otro paso para constituir al
sujeto seria la separación que viene después de la alienación donde surge un
deseo propio al sujeto, cuando se pregunta ¿Qué quiere el otro de mí? De esto me hago las preguntas a través de mi
trabajo con autistas, y partiendo de que el deseo proviene de la no completitud
¿él autista estará completo? ¿Será por esta completitud que no desea, ni se
pregunta? ¿Hay relación entre lo completo del discurso científico resultado del
capitalismo, con la caída del nombre del padre y la relación con el goce y
completitud que establece el autista? En
este caso entendemos que en el autismo no hay relación con el Otro ya que el
lazo se establece en lo simbólico.
Nuevamente, Santiago Castellanos[8]
nos ofrece planteamientos que nos permiten algunas reflexiones: “(…) el sujeto moderno vive conectado a las
redes, el sujeto contemporáneo vive cada vez más enganchado a esta cultura o
más prisionero del goce autista que las pantallas proveen.” Podemos decir que cada vez somos menos
sujetos y más autistas. ¿Será conveniente para el discurso capitalista?
De mi primera pregunta sobre el
momento que se constituye el sujeto como autista me han surgido otras ¿el
autista queda atrapado en el momento de la alienación, donde se siente parte de
la madre y está completo y colmado? O ¿en el autista ni siquiera hubo
alienación? O ¿pueden darse los dos casos? ¿Esto explicaría los diferentes
niveles de gravedad en el autismo?
Entendiendo que el Edipo tiene tres momentos que son alienación,
separación y un tercer momento que sería el momento de la privación al goce
ejercida por el Nombre del Padre, me surgen las preguntas ¿Será entonces que el
autista es puro real y puro goce, puro ser viviente? Al momento de trabajar con
un autista ¿Qué posición debe tomar el analista? ¿Será el autista un tipo de
psicosis más severa? O ¿sería otra estructura? O ¿Qué estructura psíquica en el
autismo?.
En la actualidad me cuestiono
sobre si hay posibilidad de hacer lazo en los autistas, y especialmente en los considerados
casos severos, partiendo de la referencia a Jacques Alain Miller definiendo el
lazo social, citado por S. Castellanos[9]:
“el
sujeto no es por estructura autista, porque no hay sujeto sin Otro. El Otro de
los significantes y del lenguaje lo precede y ubica, la importancia de la
dominación de los significantes amos que cambian a cada época.”
En la práctica he podido darle
lugar a la escucha particular a cada sujeto, y he tratado a través de los planteamientos
psicoanalíticos desarrollados por Maleval establecer criterios diagnósticos
para diferenciar al autista de otros niños que han sido diagnosticados bajo los
criterios laxos del DSM. En base a esto, uno de los criterios que utilizo para hacer diagnóstico
clínico de autismo es si el sujeto puede
ubicarse como sujeto de la enunciación en su discurso. Esto nos permite
diferenciarlo que tienen carencia enunciativa que serían los autistas, sujetos
que están en el lenguaje pero no en el discurso.
Jean Claude Maleval en su texto:
“Más bien verbosos, los autistas[10]”,
nos orienta al respecto. Podemos decir que la verborrea es el uso de la lengua
donde no hay enunciación, el autista se protege del objeto voz tanto de la
propia como de la del Otro. Sería lo mismo ser verborreicos que ser mutista;
ambas están evitando la interlocución con el Otro. El autista se caracteriza
por no haber incorporado el objeto vocal
que soporta la identificación primordial, resulta de eso una carencia de S1, su
goce no queda cifrado en el significante, hay una escisión dolorosa entre los
afectos y el intelecto.
Es decir en la práctica podemos
entender que el autista no se enuncia quiere decir que pronuncia sus palabras
pero no las utiliza para dirigirse a otro. Se manifiesta con voces
artificiales, sin expresividad. Cuando el niño habla se apropia del
significante, los siente, a pesar de tener todas las características
superficiales, digamos, comportamentales de autista.
En mi práctica profesional he optado por no
colocar diagnóstico de autismo a estos niños, trayéndome críticas y descontento
por parte de los otros colegas. Pero sostengo mi posición autorizándome en las
palabras de Maleval: “La carencia enunciativa no pone en riesgo el goce vocal,
ni su presencia, ni sus afectos”[11].
[1] http://crisis.jornadaselp.com/hacia-las-xiv-jornadas-crisis-que-dicen-los-psicoanalistas/
[2] http://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-27/crisis-que-dicen-los-psicoanalistas/
[3] Maleval,
J. C., “Escuchen a los autistas”. 1ª ed.
Grama, Buenos aires, 2012.
[4] http://historiasecretadelsistemaeducativo.weebly.com/indicegeneral.html
[5]
Ibidem, 1
[6]
Ibidem, 2
[7] https://www.youtube.com/watch?v=L1_jKs1VIpQ
[8]
Ibidem, 2.
[9]
Ibidem, 1.
[10] https://espaciopsicopatologico.files.wordpress.com/2017/02/mc3a1s-bien-verbosos-los-autistas-maleval.pdf
Tema:
Angustia del practicante con el sujeto autista.
Mi pregunta va orientada hacia La
angustia del practicante de psicoanálisis de orientación lacaniana en la
clínica con el autista: ¿Qué hacer con un sujeto que no quiere decir nada? Pues
se sostiene que si no hay un discurso, entonces no hay significantes
disponibles en el dispositivo.
A
partir de los comentarios de José Fernando Velásquez con respecto al caso
Marie Francoise, de Rosine Lefort, en su artículo “El
Deseo del analista y el autismo”[1], podemos
entender que si hay un niño autista es
porque este ocupa y se realiza como objeto del Otro, bien sea este Otro la
madre o la institución y que el sujeto encuentra de este modo un impedimento en el acceso a
la representación fundamental y por consiguiente a la lengua y al deseo. El niño puede encarnar el
objeto de ese goce femenino sin norma ni ley al momento en el que aparece una
voluntad del Otro de querer ayudarlo, cuidarlo, resolverle, sanarlo, etc.
El
abordaje maternal se convierte en el pecado original de aquellos que trabajan
clínicamente con niños y más si ellos son psicóticos.
El primer asunto es que como
practicante del psicoanálisis debe existir la precaución de caer en este
abordaje maternal y ocupar el lugar de la excepción para trabajar con lo que el
niño autista o el psicótico permiten.
Lo segundo es una pregunta en
relación a la dirección en el abordaje psicoanalítico: ¿la práctica está
orientada a descubrir cuál es el lugar del
niño en ese goce del Otro o lo que en psicoanálisis se llama la dimensión Real
del objeto? Podemos decir que para Lacan ir más allá de la concepción de la Relación
de Objeto implica no solo la relación
niño-madre, sino la relación del niño como objeto de ese goce Otro de la
posición femenina, ese goce que escapa al significante y por consiguiente al
sentido.
Entonces a partir de los aportes de Lacan, podemos
decir que es a partir del deseo de un practicante que se podrá ofrecer a un
niño autista o psicótico la posibilidad de acceder a una separación de su propio
ser de goce. Por otro lado, la transferencia y la posición del practicante respecto
a su propio goce son fundamentales en la clínica psicoanalítica, y también en
la clínica con niños.
No ceder a la demanda por un lado y por otro lado,
ocupar un lugar distinto al del Otro materno permite agujerear un poco el goce
del niño autista.
Para entender esto me pareció importante estudiar
un poco el caso de Marie Francoise, que Rosine y Robert Lefort publican en su
texto “El Nacimiento del Otro”. Para este momento, Rosine ya había culminado su
análisis con Lacan. Es un análisis que tiene lugar en los años 50 cuando Lacan
estaba comenzando su Seminario.
Recordemos que Marie Francoise fue abandonada a los
dos meses de vida y hasta los diez meses estuvo en una casa cuna. Tuvo muchas
hospitalizaciones incluso por períodos largos de tres a cuatro meses. A los 2
años llega a la institución "Parent de Rosan" donde la trataría Rosine
Lefort. Cuando la atiende por primera vez tenía treinta meses y diagnóstico de
Esquizofrenia infantil o Autismo. Es un proceso que se inicia con condiciones mínimas,
explica R. Lefort; es decir no hay
consultorio, las sesiones se realizan al lado de la cuna, no hay palabras en
tanto el sujeto no habla. Sin embargo la analista opera marcando una puntuación,
lo cual no da lugar a una elucubración de saber pero sí permite regular el goce.
Se hace posible establecer un orden marcando un inicio y un final de la sesión.
A pesar del sufrimiento intolerable para el sujeto
en las primeras sesiones por la imposibilidad de tomar el objeto comida que
tiene en frente, y al cual desea, Rosine no la considera "enferma",
"incapacitada" o ‘invalida’. Esto es una posición que puede sostener
a partir de su análisis y de la enseñanza de J. Lacan: tomar al sujeto del goce
en su libertad, y no al sujeto de la necesidad, afirma R. Lefort.
El analista hace excepción, no hace parte de ese
Otro que representa el goce para el "niño autista" (la institución de
asistencia en este caso) y con ello provoca una discontinuidad en la manera
como procede y responde el niño a su goce. Por ejemplo, en la tercera sesión
Rosine Lefort se propuso sostener un "No" a ser quién le diera comida
o la cambiara de ropa, dando lugar al sujeto a hacer con su goce y su deseo.
Textualmente dice: Ella que se muere de ganas de
comer ese arroz con leche, no puede hacerlo y su angustia no se hace esperar.
Se mantiene de pie ante el plato, devorándolo con los ojos, cerca de su rostro,
sus manos crispadas sobre el borde de la mesa, y hace ruidos de succión muy
sonoros.
La responsabilidad de un practicante frente a ese
sujeto es política porque antepone a los ideales de "normalidad
comportamental, escolar, o social", ante las "necesidades más
apremiantes", antepone a todos ellos, el vacío fundamental en el que se
constituye el deseo. Es a partir del recorrido analítico del practicante que se puede captar el goce en la repetición
estereotipada de la pulsión, así como también sabe que es bajo transferencia
que se arma el recorrido de la pulsión, siempre parcial, como un goce sin
sentido que gira entorno a un objeto que falta, anclado a una zona erógena, y
volviendo al mismo punto de partida.
Si para todo sujeto es necesario producir una
negativización del Otro, el autista la produce por la vía de lo Real. Todo este
laborioso recorrido de “agujereamiento” del Otro, es realizado por el niño con
el cuerpo del analista; tomando sus lentes, tirando de sus cabellos,
oprimiéndole un lunar, introduciendo sus dedos en la nariz, oprimiendo su
pómulo y su ojo.
Lo interesante de este caso para mi es que la
analista no operó con un programa previo ni tampoco bajo las mejores
condiciones. Ella disponía de su recorrido analítico y su saber hacer.
El acto
analítico permitió separar al niño autista del goce masivo que lo invadía, un
recorrido realizado a pesar de la angustia que implicara para el sujeto, con
sus manifestaciones más bizarras.
Conocer la manera con la que algunas instituciones abordan
el autismo me permite pensar en lo apremiante de esta situación que está
ocurriendo en todas partes del mundo. No solo por las leyes que incitan a
excluir al psicoanálisis como forma de tratamiento para así ampliar métodos de
condicionamiento y conductistas adecuados al discurso científico; sino que además
se utiliza masivamente la presión, incluso la intimidación para promover
cuidados totalitarios y totalizantes que se autoproclaman como único
tratamiento válido del autismo. Lejos de esta reducción, hay que diferenciar
los diferentes acercamientos a esta entidad clínica.
Así mismo
las clasificaciones actuales de los trastornos mentales ubican en el mismo
nivel diagnóstico a algunos problemas que pueden presentarse durante la
infancia tales como el tartamudeo o la enuresis (haciendo referencia a una “normalidad”
estadística), con problemas graves del desarrollo como trastornos desintegrativo
infantil, el trastorno de Rett, o el trastorno autista. Los debates permanentes
con respecto al diagnóstico de autismo demuestran la inestabilidad de esta
categoría. De hecho en el DSM-V, el Trastorno autista pasa a ser denominado “Trastorno
del espectro autista”, categoría que hace más inespecífico aún el diagnóstico
de esta entidad clínica.
En la actualidad se ha presenciado como se le ha
dado vida a múltiples hipótesis
etiológicas, tales como la genética, la de intoxicación por sustancias como las
de las vacunas, intoxicación plomo; la hipótesis neurocognitiva, y otras, todas
presentadas como verdades científicas. Estas hipótesis causales responden
estrictamente a la reducción del autismo a un trastorno biológico que afecta al
desarrollo, por lo que se banaliza la clínica. Como consecuencia,
cualquier niño que presente un problema puede ser diagnosticado como autista y
por supuesto no tardan en aparecer las intervenciones de tipo institucional y
educativo. Aparecen entonces tratamientos basados técnicas cognitivas
–conductuales que trae como consecuencia que el niño, sea o no autista, no sea
visto como un sujeto de derecho, con particularidades y posibilidades de
producir algo que tiene que ver con su singularidad y que le permitiría hacer
con el problema que presenta.
Ahora bien, como practicante del psicoanálisis me
pregunto cómo recoger lo que el autista produce; cómo hacer con eso que trae el
autista y lo presenta sin palabras.
El comentario sobre el libro de Silvia E. Tendlarz
y Patricio Alvarez[2]
nos permite ubicar como eje conductor para trabajar estas preguntas. Retoma algunos planteamientos de Lacan en distintos
momentos de su enseñanza en relación con la psicosis como eje conductor para
ubicar en el autismo sus dificultades con el lenguaje. Comienza retomando el “no hay llamado” en la psicosis que Lacan
ubica en los años 50, pasando a la serie de elaboraciones posteriores. En los
años 60 se ubica el binomio alienación-separación que marcan un avance en las
elaboraciones de Lacan con respecto a la constitución subjetiva y que pueden
orientarnos en las preguntas que se decantan en el trabajo de este cartel. A
partir de estos planteamientos de Lacan, Jacques Alain Miller propone en ese
momento que “el autista elige el ser vacío del sujeto”. Posteriormente, Eric
Laurent en su texto La batalla del autismo, plantea que hay una “forclusión del
agujero” y un retorno del goce sobre el borde, permitiendo explicar su
encapsulamiento y la ruptura con el lazo social en esta entidad clínica.
Estas teorizaciones nos presentan la posibilidad de
continuar un trabajo de investigación para avanzar en las preguntas que el
autismo nos platea.
Finalmente, la última enseñanza de Lacan nos
permite situar cómo el traumatismo del lenguaje afecta al niño autista
dejándolo sin cuerpo, sin imagen, y con un funcionamiento del uso de lalengua
que le es propio, tal como lo plantea Miller en su texto El ultimísimo Lacan.
Podemos concluir además que el psicoanálisis
orienta la escucha sobre lo singular de cada niño, sin reducirlo a un
diagnóstico y dando un lugar fundamental a aquello que es de cada uno, lo
propio, volviéndose así un instrumento que se aleja de un saber fijo que
desdibuje al sujeto autista, ya que plantea que lo incurable de la estructura
no significa que el sujeto no tenga una salida de su sufrimiento, a partir de
una invención singular a la que apuesta el analista en la dirección de la cura.
[1] http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/varite/edicion/El-autismo/494/El-deseo-del-analista-y-el-autismo
[2] http://lecturalacaniana.com.ar/que-es-el-autismo/
Cartelizante:
Silvia Chuello (Participante Nel Maracay)
Tema ¿Qué ofrece el
psicoanálisis a un niño autista en el aula de clases?
La experiencia del cartel ha sido significativa para mí, es la primera vez que participo con un grupo de investigadores interesados desde sus preguntas por el autismo; razón por la cual me ha causado un cambio sobre aquellos sujetos que son diagnosticados autistas.
Puedo expresar que mi interés por participar en el cartel sobre autismo se debe a mi experiencia laboral en una institución educativa, y de acuerdo con esa práctica, busco ubicarme en ese escenario de encuentro donde la mayoría de los casos, colocan al individuo en situaciones que evidencian sus problemáticas subjetivas, por ejemplo la incorporación del autista en el aula de clases y las demandas que generan tanto en los Docentes como en los padres para encontrar tratamientos de cura ante este problema, ya que es renombrado en el entorno escolar.
Ahora bien, ¿Qué es un autista? No lo sé, pero estoy de acuerdo con lo que plantea el Psicoanálisis, lo que ha aumentado mi atención por conocer ¿Qué ofrece el psicoanálisis al autista?
Para tal efecto, Marita Manzotti (2008) plantea en un artículo publicado en la revista Imago agenda sobre la Clínica del autismo infantil: El Psicoanálisis se ocupa de lo que la ciencia excluye, en este caso: la presencia de un sujeto en el autista. Un sujeto cuyas manifestaciones y síntomas pueden ser “leídos” como signos de lo que acontece con su ser –de una “decisión insondable de su ser. Agrega además que, el psicoanálisis concibe al autista como un sujeto que trabaja activamente para eludir la implicación con el otro, para defenderse del encuentro simbólico del otro, en tanto que le resulta insoportable y dolorosa.
Asimismo, “Desde el psicoanálisis –afirma Marita Manzotti – sostenemos que hay en estos niños una insondable decisión del ser de no ceder al significante, mantener al otro al margen y “hacer de la lengua una lengua muerta”, lo que lleva a decir que desde el psicoanálisis el autista es visto como la expresión de una estructura psíquica que imposibilita al sujeto, hacer lazo con el Otro. Sin embargo en el autismo según Rosine Lefort afirma que “el otro no existe”. Esta orientación se manifiesta en su primera obra, titulada El nacimiento del Otro, que marcó una época. La audacia de este libro fue hacer entender de un modo nuevo las consecuencias que supone la presencia de lo simbólico en el mundo del sujeto, lo simbólico que “ya está siempre ahí”. El Otro puede “estar ahí” y, al mismo tiempo, no tener existencia para un sujeto. Es designado, entonces, como “el Otro que no existe”.
Debido a ello, la clínica psicoanalítica presenta un encuentro que admite la singularidad del sujeto, reconociendo sus invenciones mediante lalengua, el lenguaje y la lengua. Este encuentro provoca “respuestas” que es aprovechado por el practicante; y es a partir de ahí que se hace uso de lo que ocurra, tomando en cuenta solamente lo que el sujeto desee mostrar.
Dada estas consideraciones el abordaje psicoanalítico es el único capaz de proponer una comprensión a que el sujeto resuelva mediante la vía más humana; más allá del método científico, entonces mis preguntas van reorientadas en: ¿Qué ofrece el psicoanálisis a la angustia del practicante? ¿Será qué la angustia del practicante está por encima a la demanda del autista?.
Cartelizante: Sonia Espinoza (Participante Nel Maracay)
Tema: El estatuto del lenguaje para el sujeto autista y para la psicosis.
Desde mi práctica profesional pública y privada como psicopedagoga y actualmente como practicante del Psicoanálisis de Orientación Lacaniana, he tenido la oportunidad de trabajar con niños y adolescentes autistas. Surge así mi interés por el lenguaje. Inicialmente me planteo como interrogante ¿Cuáles son las diferencias en el lenguaje entre la psicosis y en el autismo?. Esta duda aparece como resultado de mi cuestionamiento al diagnóstico de autismo en algunos escolares que me eran referidos. Posteriormente, considerando la amplitud de esta interrogante y dada la diversidad de características del lenguaje con las que me estaba encontrando en la práctica, decido orientar el trabajo en el cartel con la pregunta: ¿Cuáles son las características del lenguaje de los autistas descritas en los textos de Jean Claude Maleval? Encontrándome primeramente la necesidad de conocer a que se refiere el autor con lo que llamó Estructura Autística en el año 2017, según sus planteamientos en una Conferencia dictada en Bogotá y que guarda estrecha relación con el lenguaje:
1.- La retención de los objetos pulsionales tiene consecuencias en el contacto con el Otro, llevándolo al repliegue social por no ceder a la comunicación.
2.- Maleval se plantea la posibilidad de demostrar la estructuración del sujeto en un Otro de los signos. Es decir, la estructura por el signo y no por el significante (hay un S2 sin S1).
3.- El aparataje del goce se da por el borde, el cual está constituido por: el objeto autista, el borde y el islote de competencias. Maleval propone utilizar los intereses específicos del autista para propiciar un intercambio.
Entre las características del lenguaje de los autistas descritas por el autor destacan:
- Se protegen del goce vocal a través de la falta de enunciación.
- La carencia enunciativa, es decir, el acto de habla no tiene intensión (comunicativa, queja, reclamo, petición).
- La enunciación puede ser: mortífera, desfasada, borrada o técnica.
- La enunciación guarda extrañeza.
- Los sujetos están en el lenguaje pero no en el discurso, se encuentran mínimamente captados por el lenguaje, pero rechazan entrar.
- Más de la mitad de los autistas hablan.
- El parloteo del autista es pobre o extraño, parece monótono como de un bebe somnoliento, sin ánimo y sin inflexión intencional.
- La adquisición de la palabra se hace primero por la imitación del comportamiento verbal de un doble (ecolalia), luego por aprendizaje intelectual o memorización de palabras conectadas a imágenes.
- Se muestran más receptivos a palabras mimosas y lúdicas que a entonaciones imperativas.
- El “mot herese”, “baby talk” o “habla bebé” no angustia al bebé, es decir, exagerar la prosodia, hablarle lento, repetir, usar entonación y volumen adecuado a un bebé.
- Los sujetos autistas se protegen de la presencia angustiante de la voz a través de lo verboso o del mutismo
- Se angustian porque la voz (la intensión) no se liga al lenguaje.
- El autista no quiere ceder en relación al goce vocal, la incorporación del Otro del lenguaje no se opera.
- Ante la angustia pueden salir del mutismo con frases con presencia enunciativa.
- Es el goce vocal lo que angustia al autista
- Algunos para protegerse del goce vocal, montan una sordera electiva.
- El soliloquio resuelve lo doloroso de su soledad.
- El lenguaje no está dirigido, parecen hablar al vacío, no al interlocutor.
- Las palabras son más emitidas que habladas.
- Hablan a condición de no decir nada.
- El uso correcto del “yo” es tardío y a veces no ocurre.
- No hay sujeto del enunciado (yo, mío, mí, nosotros).
- Algunos presentan inversión prenominal.
- Les angustia la voz humana directa.
- La voz se presenta como un objeto de goce inquietante.
- Su comprensión es literal.
- Presentan dificultades en la significación del mensaje, sobre todo porque la comprensión del mensaje implica atención a la enunciación y al significante amo.
- Los autistas no saben que los sonidos pronunciados por el otro están en conexión emocional.
- Tienen dificultad para hablar de sí y expresar sentimientos íntimos.
- Se le dificulta reunir pensamiento y emoción.
- Se presentan conversaciones unilaterales en temas de su interés (islote de competencias)
- El entusiasmo les inspira un discurso verboso.
- Pueden hacer comentarios absurdos.
- Tardan en comprender que el lenguaje sirve para comunicarse.
- Prefieren que el interlocutor no se dirija a ellos personalmente.
- Algunos utilizan la comunicación facilitada (enunciación borrada-video grabadora).
- Presentan dificultad con la prosodia (entonación, tono de voz, velocidad, fluidez, y énfasis en las palabras)
- Presentan dificultad para interpretar la entonación y alcanzar el humor.
- La voz parece artificial, sin expresividad, mecánica, melódica, monótona e incluso caricaturesca.
- A veces hay exceso o defecto de volumen y velocidad al hablar.