martes, 18 de octubre de 2011

Un Otro crédulo y cándido, por José Fernando Velásquez

Este es el titular de una noticia aparecida el 24 de Mayo de 2011, en el diario El Espectador (Bogotá):

“Pareja canadiense decide criar sin identidad sexual a su bebé”

El Otro decide sobre un ser: primero le da un nombre (le han puesto Storm -"tormenta"; y segundo, elige un tipo de educación para darle, (mantener en secreto el sexo de su bebé con el propósito de que Storm crezca sin identidad sexual). Las decisiones del Otro sobre el sujeto pueden tener una forma positivista, o sea que pretende imprimir algo en ese sujeto, por ejemplo con el nombre “Storm”; o al contrario, decisiones que apuntan a no establecer una acción: no caracterizarlo en ninguno de los dos géneros, masculino ni femenino (ellos lo ejemplifican así: a sus dos hijos mayores les permiten elegir en las tiendas ropas tanto en la sección de niños como en la de las niñas. El mayor decidió ponerse un vestido rosado y recoger su cabello largo con una cola de caballo).

Los padres dicen que lo hacen como "tributo a la libertad de elección en lugar de los límites”.
Que lo que quieren es dar a sus hijos la libertad de elegir lo que quieren ser. Ellos no quieren que el mundo de Storm pueda convertirse en un mundo de límites. Dos diarios ya han dado la noticia: "The Toronto Star" y el diario británico "Daily Mail", y los comentarios no se han hecho esperar. Muchos lo han calificado de “experimento estrafalario”. ¿Qué dice el psicoanálisis?

El psicoanálisis ha dicho desde hace ya casi 40 años, que ya no hay más el Otro Simbólico único, ni divino ni paterno, el de los límites que había en la tradición. Los padres de Storm son parte de los desengañados del Otro. Saben que ese Otro de antes era un semblante, entonces se proponen convertirse en un nuevo Otro, el cual puede ser fundamentalista o no. “Si Dios ha muerto, todo está permitido”. No es que ya no haya el Otro, sino que ya no es más el Uno para todos que había antes. Eso no quiere decir que entonces no haya límites, porque lo que primero afirma el psicoanálisis es que el principal límite es el lenguaje. Al quedar inscrito en él, el ser pierde goce, eso le implica ciertos límites y ciertas condiciones con el Otro, como son la deuda, la queja y la demanda. También el psicoanálisis advirtió el auge de los comités de ética para regular este tipo de decisiones de los individuos.

Es decir, que aunque el Otro parental quiera borrarse para prevenir una posición subjetiva limitada por una identidad, eso no se logra adoptando reglas sobre lo fenotípico. Los padres de Storm quieren ser el Padre “tal como si estuviera muerto”, y con ello no propiciar un determinado ideal del yo. El psicoanálisis sabe que el ideal del yo es una fantasía. Pero además sabe que cualquier significante sea “niño” o “niña” no logra atrapar o recubrir el todo del sujeto, que es en el resto de la nominación donde se juega la partida con el objeto “a”, con lo que no está representado por el significante.

Esta es una característica del Otro simbólico contemporáneo, que es crédulo en sus posiciones de apariencia arriesgadas, entusiastas, y a veces “estrafalarias” como califican a este “experimento”, y lo que termina siendo es un Otro cándido, al desviar la atención hacia lo aparente, es decir a lo imaginario, y descuidar la función, hasta el punto de poder calificarla como débil, o por el contrario, ofertar una alternativa de un Otro completo, no agujereado. En ambos casos es un Otro simbólico que no es afín al inconciente.

Lo que importa desde la dimensión del parlêtre, que es la dimensión en la que está implicado el psicoanalista, es la alienación de ese parlêtre a un significante del discurso del Otro deseante, es decir, de un Otro simbólico no totalizado, agujereado, para que él pueda interpretar ese y otros actos de sus padres y preguntarse: “¿qué quisieron ellos con esto?”. De ahí en adelante es que se juega la partida de una posible invención sintomática singular con ese otro goce que no se traduce al lenguaje, pero para inscribirlo en el Otro social.

(Tomado de: Anudamientos. Boletín del VIII Congreso Mundial de la AMP. Nº 2)

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